jueves, 23 de agosto de 2012

CORAZÓN DE UN NIÑO

Nuestro tercer hijo tendría tres o cuatro años y su abuelo materno estaba por cumplir los suyos, que rondaban los ochenta en ese entonces. Y, en consecuencia, este hijito,  me compartió sin muchas palabras, un pequeño plan, pidiéndome si le podía dar unas pequeñas piedras de resina, color amarillo ámbar transparente que siempre habían llamado su atención.

Con la prolija desprolijidad propia de un niño hizo un pequeño paquete con ellas y lo guardó muy callado.

Cuando llegamos juntos a la casa de Don Tito, emocionado le entregó como regalo de cumpleaños ese mismo envoltorio diciéndole, invadido con su feliz fantasía... "¡son diamantes!". Éste no menos conmovido que mi hijo, sabiéndolo entender como solamente un anciano sabio puede hacerlo, le respondió al mismo tiempo que agarraba el paquete, "¡diamantes!  ... ¡gracias!"; desenvolviéndo en seguida, el papel arrugado y mirándo las piedritas en sus manos temblorosas durante minutos -eternos para los dos- guardándolas nuevamente en el paquete y adentro de su bolsillo.........  no pudo decir nada mas.

¿POR DÓNDE PASA EL VALOR DE UN REGALO?

¿CUALES COSAS CONSTRUYEN LA VERDADERA HISTORIA?

Por suerte, ese abuelo no tuvo que vivir el sufrimiento del fallecimiento de ese nieto, que ocurrió veinte años mas tarde. Pero me gusta pensar que ahora están juntos.

jueves, 9 de agosto de 2012

AYUDAS

Hace un tiempito perdí los anteojos de leer en el campo donde hago parte de mis actividades. Es cierto que hay ocasiones en que uno tiene la mente dispersa y, sin darse cuenta deja algo fuera del lugar habitual y entonces, lo pierde.

Lo que uno tiene siempre presente es que no debe desesperar en casos como éstos y no obsesionarse.

Descubrí que no los tenía cuando ya estaba en casa y de noche. Tuve paciencia y le envié un mensaje a mi hijo mayor que se queda a cuidar el campo, pidiéndole algo de ayuda.

A la mañana siguiente aparecieron en uno de los portones de acceso, justo cuando lo iba a pisar una camioneta que entraba.




A los dos días, me sucede lo mismo, pero con los lentes de ver, o sea los que son imprescindibles entre otras cosas, para poder manejar, sobre todo cuando oscurece. Siendo ya tarde, noté la falta justo cuando estaba por arrancar el auto. 

Bajé nuevamente e ingresé al campo otra vez todavía tranquilo y busqué durante un rato por los lugares donde había estado, hasta que, de pronto los encontré colgados en un lugar insólito e impensable.




Por un lado, no les voy a ocultar que, por distintas razones que me superan un poco, ando con la mente un poco cansada por estos días. Pero estoy convencido que, cuando uno pone buena voluntad y no desespera, en ocasiones como éstas y en otras circunstancias, uno recibe pequeñas ayudas del Cielo o lo que vos quieras llamarle.

Las personas que creemos o notamos esas pequeñas ayudas somos mas felices porque estamos seguros de que éstas vendrán en las  diversas situaciones que nos toquen pasar. Doy Fe de ello. Gracias por leer este sencillo blog dedicado a las Pequeñas Grandes Cosas de La Vida.