viernes, 30 de diciembre de 2011

TE CUENTO OTRA

No se bien la edad, pero creo que tendría unos doce años. Al llegar a casa y entrar en mi dormitorio veo en mi cama un tipo tirado cara hacia arriba, con los brazos y piernas en forma de "ve corta" apuntando hacia los pies.
Me sobresalté unos segundos para enseguida darme cuenta que se trataba de un muñeco.
Creí que era uno de esos "espantapájaros", pero era que mi vieja había hecho uno para quemar por fin de año, lleno de cohetes y cañitas voladoras, entre sus ropas.


Fue una gran diversión para ella, para nosotros y mi papá que todo el tiempo decía que tuviésemos cuidado con quemarnos. El 31 de diciembre a las 24 horas de ese año, en el fondo de casa, en el lugar de las hamacas, se hizo la ceremonia de prender fuego al muñeco colgado, que hizo participar a los oidos y ojos de los vecinos cercanos, con las luces y explosiones. Obviamente éstos agrandados un poco por mi imaginación.
Fue también muy divertido el cierre del ritual apagando con baldes de agua los restos que quedaban, siguiendo en este caso las indicaciones de mi viejo.






En aquéllos tiempos, según recuerdo, el Rey Momo era un acontecimiento importante del Brasil, Uruguay a algún que otro pueblo pequeño que se habría contagiado.


Con los años, acá nomás de donde vivo, en La Ciudad de La Plata, se queman toda clase de ingeniosas  y muy grandes figuras hechas por los vecinos de distintos barrios que, hasta contratan arquitectos e ingenieros para hacer las cosas del mejor nivel posible.
A su vez, cuentan con supervisión y aprobación municipal.Son financiados por importantes comercios  y empresas de la zona, y la ayuda con dinero y mano de obra de distintos vecinos de todas las edades. Algunos se quedan de guardia dia  y noche para evitar incendios y otros accidentes.


Es hoy, sin exagerar, un atractivo turístico de gran interés local, al  cual concurren personas de diferentes lugares y se otorgan importantísimos premios a los mejores. Obviamente salen por la televisión y diarios diversos.






Lo que es, el muñeco que aquella vez había hecho mi mamá y que en familia quemamos en el lugar de las hamacas al fondo de la casa, no le quita nada como gran suceso a los "momos" actuales.

sábado, 24 de diciembre de 2011

TE CUENTO

Te cuento que en la infancia tuve momentos de grandes fiestas, no tanto por lo material, sino por otras cosas. 
Destellos que  fueron y vinieron como luces de arbolito, que en mi memoria permanecen presentes.


Era un gran Pesebre el que armábamos entre todos, guiados por mi mamá que ponía mucho entusiasmo en esas cosas de sentido religioso; al menos ella así nos inculcaba.


Alegría y fiesta hasta en los rincones. Tal vez las arañitas observaban con interés desde el techo.


En la estufa hogar, al cento de una larga pared como de unos seis metros, se armaba el Nacimiento con todos los detalles y elementos tradicionales. Y, hacia los costados se completaba el resto de esa extensión con montañas hechas de papel madera, lagos y ríos con espejos y, desfilaban pastores, granjeros y otros personajes. al mismo tiempo que habían bueyes, mulas, ovejas, patos y etc.
Alguno de nosotros agregábamos alguna cosa de manufactura propia. Recuerdo haber puesto una casita que hice con algo parecido a la plastilina. Y que la entonces, hermana chiquita que hoy es escultora y ceramista profesional, aportó algo que había hecho con sus manitos, reflejando desde entonces un don particular.


Al arbolito lo hacíamos, pero se le daba menor importancia, esa era la costumbre que se nos había inculcado.
En realidad, no se mencionaba a Papá Noel, ya que el centro de la cuestión era el Niño Jesús, y eso, a nadie molestaba.

martes, 13 de diciembre de 2011

ALFAJORES

Por aquel entonces teníamos un negocio en la misma casa que alquilábamos, de esa manera equilibrábamos el presupuesto.
No te voy a decir que estábamos como para "tirar manteca al techo" pero en medio de plena inflación pudimos subsistir y mantener a nuestros hijos. 
Sin lujos pero bien. Estábamos bastante acostumbrados a la lucha y entonces había algo de aprendizaje. 


Mi esposa, que atendía también el negocio, le tocaba quedarse con los chicos, que eran cinco en ese entonces; la casa y hacer la magia de la comida y otras cosas, para lograr vivir felices y en paz.
Yo tenía mi trabajo habitual como asistente social, atendiendo familias en situaciones de conflicto de toda índole y en zonas de riesgo. También arreglaba algún que otro televisor e instalaba antenas y otros trabajos, aprovechando mis estudios y experiencia como técnico en electrónica. A ello se sumaba que cuando estaba en casa atendía los clientes del kiosco, junto al reclamo de afecto de nuestros hijitos, a la vez que con lápiz en mano debía revisar los cambios de precios y preparar los pedidos para que, en muchos casos saliéramos todos "en patota" a visitar a los mayoristas para comprar la mercadería que hiciera falta.


No quiero abundar con otros detalles para no parecer una novela aburrida y eso haga que te canses y dejes de leerme. Lo cierto que fue una de las épocas mas exigidas de lucha para preservar nuestra autonomía y dignidad del hogar que libremente habíamos constituido. Y de paso ponernos a salvo de los invasores de turno que en forma de inquisición nos hacían sufrir mucho con sus actitudes condenatorias por nuestro estilo de vida  elegido.








Resulta que, todos los días entraban al negocio cuatro chiquitos antes de ir a la escuela. A esa hora generalmente me encontraba  atendiendo, antes de salir a trabajar para aliviar a mi mujer. El hermano mayor tendría unos diez años y rutinariamente se acercaba al mostrador para hablarme mientras compraba algunas golosinas y mientras tanto, sus hermanitos,  jugaban dentro del salón en apariencia muy tranquilos.
Hasta que, en una de las veces, observé que la mas chiquitita -unos seis años- aprovechó la circunstancia para meter la manito en una vitrina para hurtar alfajores. Todo indicaba que estaba experimentada y que se llevaban los cuatro muy de acuerdo en la táctica de distracción y robo.




Gran conflicto en mi interior frente a la situación, pero por los resultados, parece que la encaré adecuadamente.


Lo que hice fue mostrarme muy herido por lo que era una traición de confianza para mi . Les hablé poco, les mostré mi disgusto, les advertí que no lo volvieran a hacer y, no les reclame ninguna devolución haciendo como que había sido la primera vez y les dije que volvieran cuantas veces quisieran, que no los iba a tratar mal.  LOS PERDONÉ.




Estos chicos siguieron yendo al negocio,  mas vigilados por mi y nunca mas se habló del hecho.




TRANSCURRIERON UN PAR DE AÑOS y me encontré con el mayor de ellos. Al reconocernos, me saludo con afecto mostrando agradecimiento por aquél histórico "sermón" para sus vidas. Pienso que lo que prevaleció en ellos fue mi falta de rencor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

EL FALTAZO

Hace unos dias salió por televisión haciendo mucho estruendo un homenaje a una jovencita que había llevado nueve años ininterrumpidos sin faltar a la escuela.

Como estoy acostumbrado a hacer lectura de rostro, pude notar reflejado en la niña una especie de alegría sobreactuada. Era como que estaba soportando una gran presión de imagen.

Entonces me hice una pregunta a mi mismo de ¿que pasaría si un día decide faltar por el simple hecho de cambiar su rutina o de querer ir a pasear con sus papás por ejemplo? ¿tendría libertad para hacerlo?



En nuestro caso, siempre hemos pensado que de vez en cuando "tirarse una canita al aire" daba buenos resultados, mejoraba la motivación y los resultados en el cumplimiento de las obligaciones.

Por lo cual, de pronto un día organizábamos un "paseo loco" fuera de esquemas rutinarios y los chicos ese día faltaban a la escuela.

Esas veces fueron históricas y de fiesta. No solamente no los olvidaron mas, por el especial sabor que les dejó en la memoria. Sino que  retomábamos el ritmo con alegría y nuevas energías.

Asi mejorábamos en una cosa especialmente importante, como es, mejorar el vínculo entre nosotros.

Hay momentos en que solo la familia cuenta y dejan huellas importantes........