sábado, 16 de julio de 2011

EL MATABURROS

Siendo bastante chico iba con mi papá en el auto por el pueblo donde vivíamos.
De por sí en aquel entonces era bastante lindo , lleno de árboles, con calles de tierra y casas lindas de todo estilo.
Llevo en mi memoria, claros recuerdos grabados de como fue que nos detuvimos en una de éstas y bajamos los dos para conversar con un amigo de el; que se encontraba sentado en un sillón del jardín, con un grueso libro entre sus manos. El cual le dijo con tono apasionado que se encontraba leyendo nada menos que el Diccionario.

Ya desde hace tiempo en casa, reunidos con mis hijos alrededor de la mesa acostumbramos a jugar, entre otros; a un juego muy entretenido, que tal vez alguno de ustedes conozca. Se llama precisamente así, El Diccionario. Realmente es muy divertido y al mismo tiempo, aleccionador.

A los doce o trece años, cuando terminé el sexto grado, que se llamaba primaria, porque era la primer etapa. Mi viejo, como se dice cariñosamente aquí, a manera de estímulo me regaló nada menos que un diccionario.

Le debo precisamente una importante enseñanza. Había sido periodista, incluso traductor y aficionado a los crucigramas y otros entretenimientos por el estilo , cuya inclinación contagió en mi. Le gustaba usar bien las palabras y expresarse correctamente, pero con humildad. Cuando apareció la televisión, se enojaba bastante cuando algún relator hablaba inadecuadamente. Y eso que en sus tiempos no existía la Facultad de Periodismo, era un autodidacta o autodidacto como el lo decía.

Entonces, cada vez que tengo una duda recurro al diccionario. Acá se dice en broma "cachá el mataburros que no muerde".

Esta costumbre se ha arraigado también en mis hijos. Es como un ritual con un agradable sabor a libro. Es una tradición tan sagrada como cualquier otra. Una costumbre añejada cual una vieja biblioteca.

Nos ayuda a no cometer faltas de ortografía y a desarrollar la humildad y la autocrítica; ya que uno acepta con alegría la cortés corrección de alguien cuando me equivoco en el uso de una palabra, enriqueciendo en consecuencia a la misma Doña Convivencia.

Es cierto que con la computadora se le puede preguntar a esa gentil señora Doña RAE, pero, que no se vaya ofender, ya que por el momento no recurro a ella en primer paso, sino que le rindo homenaje a mi querido e inolvidable Viejo.

Si alguno de ustedes, encuentra algún error en éste o alguno de mis escritos; se lo agradeceré profundamente. Gracias por leer.

viernes, 8 de julio de 2011

HERRAMIENTA

Desde chico he tenido el hábito de usar cotidianamente las manos tanto para las herramientas, reparando y construyendo cosas, como para escribir.

A los dieciséis años se me dio por estudiar dactilografía. Escribir al tacto, o sea sin mirar el teclado, me desarrolló una capacidad nueva, al mismo tiempo que me habilitó para distintas ocupaciones laborales; llegando a resultarme imprescindible durante casi toda mi vida.

Por otro lado, al hecho de haber nacido zurdo y que me hayan corregido, de lo cual tengo borrosos recuerdos. Tuve en la mano derecha dos importantes accidentes y dos serias mordeduras de perro hasta los huesos. En uno de aquellos se me cortaron tres tendones y casi la pierdo, y, en el otro perdí un pedacito del dedo meñique.
Por milagro y con esfuerzo recuperé esa mano y la rehabilité salvo algunos detalles que logro manejar.

Continúo entonces, haciendo actividades manuales diversas, entre las cuales escribo en forma tradicional y con el teclado.Dentro de todo me sale bastante bien y no hay rastros muy visibles.

El último comentario que te quiero hacer es que hice poner en condiciones una máquina de escribir antigua, porque tengo predilección por esas cosas. Entonces continúo también con ella desarrollando mi mente y agilizando mis manos además de otras tareas.

De algún modo, ya que fui impedido en mi zurdera, he terminado siendo un buen ambidextro.